Diarrea


El término "diarrea" hace referencia a ciertas alteraciones de las características de las heces, que adquieren una consistencia mucho menor de lo normal, debido a su alto contenido en agua. Así, pueden ser pastosas, semilíquidas o incluso completamente líquidas, con apenas algunos grumos sólidos. Su color es amarillento, verdoso o intensamente verde, aunque puede estar modificado o "manchado" por la presencia de sangre, mucosidades o incluso pus.

La diarrea aguda es aquella cuya evolución no supera las dos semanas; por lo general, las heces se normalizan en unos tres a cinco días. Es ésta la forma más frecuente. Las diarreas de evolución superior a dos semanas se denominan crónicas, son muchísimo menos frecuentes y entran dentro de una categoría distinta a la que no vamos a referirnos.

¡Ojo con las infecciones!
Estos trastornos se deben a alteraciones gastrointestinales que tienen diferentes causas, entre las que predominan, como veremos después, las infecciones, por lo que reciben también la denominación de "enteritis" o "gastroenteritis" -inflamación del intestino o del estómago y el intestino-. Y por ello también, el cuadro de diarrea se ve acompañado con frecuencia por otras manifestaciones: vómitos, dolores cólicos abdominales, pérdida del apetito y, con menos frecuencia, fiebre.

Como ya se indicó, la causa más importante de la gastroenteritis son las infecciones; y dentro de los agentes infecciosos, son los virus los más habitualmente implicados. En países como es el nuestro, los virus producen el 80 por ciento de las diarreas agudas infantiles.

Hay que destacar que, junto a las infecciones, una alimentación inadecuada puede ser causa de una diarrea, especialmente durante el primer año de la vida. Así, cuando un lactante es alimentando con fórmulas artificiales mal preparadas, en especial si se concentran en exceso, puede padecer una diarrea, a veces grave.

Asimismo, también los niños mayores que comen en exceso alimentos de difícil digestión -muchas frutas verdes, por ejemplo- pueden padecer diarreas agudas.

Dentro del tema de las comidas, consideradas esta vez como vehículo de infección, queremos hacer referencia a las toxiinfecciones alimentarías. Estos cuadros están producidos por alimentos muy elaborados -cremas, pastas, helados, etcétera- que se contaminan por ciertos gérmenes mientras se preparan. Su ingestión puede provocar graves diarreas, acompañadas de fiebre, vómitos, deshidratación y afección del estado general.
Llegado a este punto, puede que algún lector se pregunte: “Y después de esta explicación, ¿qué conclusiones prácticas sacamos? ¿Debemos preocupamos cuando nuestro hijo sufra diarrea?”.

Pérdida de líquidos
Pues bien, en primer lugar recordemos lo dicho más arriba: la diarrea aguda es un proceso auto limitado que en la mayoría de las ocasiones no llega a producir grandes alteraciones.
Sin embargo, hay casos en los que las diarreas sí pueden entrañar cierto riesgo. En general, éste se debe a la abundante pérdida de líquidos, tal y como ocurre en niños pequeños con deposiciones muy fluidas, abundantes y frecuentes, sobre todo si además tienen vómitos y fiebre, y no toleran la ingestión de líquidos.

En una situación como la que describimos puede existir un peligro serio de deshidratación, particularmente, insistimos, tratándose de lactantes.

Entonces, ¿cuál debe ser la actitud de los padres ante un niño con diarrea? En general, no deben alarmarse, aunque tampoco hay que olvidar la posibilidad de que existan procesos internos, sobre todo en niños con menos de un año de edad, que puedan originar complicaciones.
Hay que estar especialmente vigilantes si el niño presenta heces líquidas, vómitos abundantes, mucosas secas -labios, lengua, ojos-, fiebre, sed intensa, llanto e intranquilidad, o, por el contrario, decaimiento y somnolencia.

En estos casos se está produciendo una deshidratación importante, y hay que intentar que el niño beba líquidos y acudir de inmediato al pediatra o al hospital.

Controlar las comidas
Dejando aparte estas situaciones extremas, y teniendo en cuenta que se trata de procesos auto limitado, una prudente actuación concentrada exclusivamente en la alimentación del niño suele ser suficiente, sin que se haga necesario, por regla general, ningún tratamiento medicamentoso.
El niño afectado dejará de comer durante unas cuantas horas, y se le darán líquidos abundantes. En el caso de los pequeños menores de un año, basta con suspender una de las tomas; en niños mayores, esta fase de suspensión de la alimentación se prolongará de cuatro a seis horas, que pueden ser más cuanto más grave sea la diarrea y mayor el niño. Sin embargo, no es conveniente privar a los niños pequeños de alimento durante muchas horas; este hecho puede tener efectos negativos para su recuperación.

Aunque hay que aportar líquidos -tantos como desee el niño-, el más adecuado es una solución de agua, glucosa y sales, cuyo tipo será el aconsejado por el pediatra. Si no se dispone de uno de estos sueros, puede administrarse simplemente agua. Si el niño tiene vómitos, es mejor que los primeros aportes de líquido sean de pequeño volumen- unas cucharadas-, dosificados de diez en diez minutos hasta que se toleren bien. Es conveniente que estos líquidos estén a temperatura ambiente o ligeramente frescos.

Pasadas estas primeras horas de suspensión del alimento y aporte exclusivo de líquidos, se iniciará progresivamente la alimentación.

Para los lactantes...
Si se trata de niños pequeños alimentados con lactancia natural, las dos o tres primeras tomas del pecho serán de una duración más breve, aproximadamente la mitad del tiempo habitual, que se completarán con los aportes del suero que el niño desee. Los lactantes alimentados con fórmulas artificiales tomarán los primeros biberones preparados con el volumen habitual de agua, pero con la mitad de polvo de leche; a partir de la segunda o tercera toma, se irá aumentando el polvo de leche hasta alcanzar la concentración habitual.

Cuando el niño toma una alimentación diversificada, los primeros alimentos que se introduzcan serán los de más fácil digestión -el arroz, el yogur, la manzana, el pescado y la carne asada-; las frutas y verduras se dejan para cuando las deposiciones se hayan normalizado.

Quizá resulte interesante hacer alguna referencia a la prevención de las diarreas agudas infantiles.

La mejor profilaxis de la diarrea en un niño menor de un año es la lactancia materna; la composición bioquímica de la leche de mujer y los elementos defensivos contra las infecciones que aporta, actúan eficazmente a nivel intestinal y evitan o mitigan las infecciones que pueden causar una diarrea.

En el caso de lactantes alimentados con fórmulas artificiales, es imprescindible cuidar la concentración de los biberones y seguir las recomendaciones higiénicas habituales en su preparación y conservación, especialmente durante los meses de verano, cuando el calor ambiental y la facilidad para la propagación de agentes infecciosos facilitan la aparición de diarreas y de la subsiguiente deshidratación.

En niños de más edad debe cuidarse la ingestión de los alimentos referidos más arriba, sobre todo durante el período estival, y más aún si se tiene conocimiento de la existencia de epidemias de diarrea en el entorno habitual del niño.

REFERENCIA: DR. ÁNGEL NOGALES. Colaboración del Departamento de Pediatría del Hospital Doce de Octubre.
Diarrea Diarrea Reviewed by Valle Chicama on diciembre 04, 2010 Rating: 5

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